Lo natural de la radioactividad

Cuando escuchamos  la palabra radioactividad se genera un cierto estado de  alarma  porque siempre nos han bombardeado con información centrada en los aspectos más negativos de este fenómeno, que tiene un origen natural.

La radiactividad es un fenómeno físico por el cual los isótopos inestables de algunos elementos químicos necesitan transformarse en otros isótopos para ganar estabilidad. Esto se consigue fundamentalmente liberando energía ya bien en forma de radiación  (Rayos X y Rayos Gamma) o en forma de partículas ( Alfa y  Beta).

La radiactividad no la inventó ni la creó nadie. Fue descubierta, ya que es un fenómeno natural de los átomos que forman el Universo. La descubrió Henri Becquerel y muy estudiada por  los archiconocidos Marie y Pierre Curie, y gracias a ello los tres fueron galardonados con el  Nobel de Física de 1903.

En la naturaleza existen cerca de 700 isótopos diferentes pero solo 60 son estables, por lo que la mayoría (640 isótopos)  que existen de forma natural van a emitir un tipo u otro de radiactividad  de manera constante. Es más nosotros mismos estamos emitiendo cierta cantidad de radioactividad por tener isótopos en nuestro organismo, uno de los más conocidos pertenece al Carbono (C-14), el cual permite datar restos arqueológicos, al cual le dedicaremos una entrada en este blog más adelante.

Seguro que si pensamos en qué isótopo es el más abundante en la Tierra, en seguida pensaremos en el famoso Uranio. Pues no. El Isótopo con radioactividad más abundante en nuestro planeta es el Potasio (K-40) y se encuentra prácticamente en todos los lugares. Y ahora una curiosidad, el potasio es un mineral muy importante en nuestra dieta, y se encuentra en grandes concentraciones en los plátanos. Aunque la proporción de este isótopo en este fruta es algo prácticamente insignificante (en torno al 0,0117 por ciento), si nos ponemos en la situación de ingerir una grandísima cantidad de plátanos ( hipotéticamente hablando, mil kilos de plátanos en un espacio de tiempo muy corto), nuestro cuerpo sería radioactivo, haciendo saltar alarmas en aeropuertos, aduanas o controles de acceso. Dicho de otra manera, comer casi 900 plátanos al día equivaldría a la radiación que afectaría a una persona situada en un radio de unos 20 kilómetros de un accidente nuclear.

El segundo elemento más abundante sería el Torio (Th-232) y luego el famoso Uranio (U-238 y U-235) empleados como combustible en las centrales eléctricas nucleares.

La radiactividad normalmente es tratada como un fenómeno perjudicial, en muchos casos incluso es considerada como el resultado exclusivo de las bombas nucleares y las centrales nucleares. Pero como veis  es un fenómeno intrínsecamente natural, que forma parte de la vida en la Tierra, se transforma elementos en otros, en un baile sin fin. Es la «culpable» de muchos procesos de evolución geológica y climática siempre que se respete su origen natural. Está demostrado que los accidentes nucleares a gran escala como pudieron ser el accidente de Chernobyl en 1986 y Fukushima en 2011 tuvieron un impacto ambiental irreversible en el clima del planeta.

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